sábado, 30 de agosto de 2014

Torrentes de Mácara. Palas de Rei (Lugo)


En Palas de Rei es de visita obligatoria los Torrentes de Mácara. Se recorre un tramo del río Ulla en el cual pueden verse pequeños saltos de agua, rápidos y pozas. Aquí se unen las aguas del Pambre. El sendero discurre al lado de la corriente de agua y aunque hay que salvar diversos desniveles y caminar a veces sobre piedras o raíces, con un poco de cuidado es perfectamente realizable. Robles, fresnos, alisos y los omnipresentes helechos tapizan toda la ribera del río. Aquí tienen su hogar truchas, nutrias, salamandras, comadrejas, jabalíes y una gran variedad de aves e insectos. El recorrido es precioso, con los continuos saltos de agua resonando por el bosque. En esta época no baja mucha agua y se puede caminar por algunos sitios que en invierno y primavera posiblemente sean intransitables debido al caudal del río. El musgo y las piedras dibujan formas imposibles, árboles caídos sobre el camino y el suelo alfombrado ya de hojas le dan un aspecto casi de cuento. Un lugar maravilloso para reconciliarse con la naturaleza, aunque solo sea por unas horas. 





























lunes, 25 de agosto de 2014

EtnoEume. A Capela (A Coruña)

 
En A Capela se celebró por tercer año EtnoEume, una feria donde se exalta el modo de vida tradicional, con muestra de oficios artesanos, puestos de comida, venta de productos locales y jornada de puertas abiertas del museo etnográfico. Aunque nosotros no nos quedamos todo el día, por la tarde se celebró una malla tradicional.



















La jornada estuvo amenizada por diversas actuaciones musicales, algunas de las cuales podéis ver en este vídeo:


sábado, 23 de agosto de 2014

Haciendo pan artesano. Vilela (Lugo)


Tuvimos el privilegio de asistir a la elaboración de pan como se hacía antiguamente en las casas de aldea que tenían su propio horno de piedra. Por suerte aún quedan algunas casas que no perdieron la forma tradicional de preparar su propio pan. Además en este caso esta hecho también con harina de su propia cosecha de trigo, lo que le da más valor si cabe.

El proceso comienza con la preparación de la masa. En una artesa echaron veinte kilos de harina y fueron mezclando unos diez u once litros de agua tibia en la que previamente se había diluido un puñado de sal. Se incorpora a la mezcla un poco de masa madre. Se va amasando y añadiendo el agua hasta conseguir la textura correcta. Se añaden puñados de harina a la artesa para ir despegando la masa que queda pegada. De vez en cuando, con un cuchillo hacían unos cortes en la masa y si aparecían “ollos”(pequeños círculos), es que estaba quedando bien. Cuando está bien amasada es costumbre hacer una cruz con la mano. Se amontona en un lateral de la artesa y se tapa con un paño de algodón y encima otro de lino. Hay que dejar reposar una hora, más o menos. La masa se va cuarteando un poco y estirándose hasta ocupar toda la artesa.











Es la hora de encender el horno. Con la madera ya apilada se pone paja seca como yesca y en pocos minutos tenemos una verdadera hoguera. Se van añadiendo troncos según se quiera para aumentar el calor. Cuando hay unas buenas brasas y la temperatura es la adecuada se limpia el horno. Esto consiste en retirar las brasas, que caen por una hendidura al suelo bajo el horno y barrer con una escoba de xestas (retamas).








Ahora se hacen los bollos, de la forma y tamaño deseado y con una pala se van introduciendo en el horno. Como algunos se meten un poco antes para que queden algo más cocidos, se les pone una hoja de repollo para que no se quemen por abajo. Y ahora esperar unos 15-20 minutos para las bollas planas y una hora para los bollos más “gordos”. Esto es estimativo ya que según guste el pan más o menos hecho se deja más o menos tiempo.
El resultado es un pan delicioso y natural sobre el que no hay palabras para describir su sabor.












Queremos expresar nuestro agradecimiento y más sincera admiración a Josefa, Antonio y Manolo por regalarnos esta maravillosa experiencia. Son unas personas que siguen un estilo de vida apegado al campo y la vida en una pequeña aldea, con una sabiduría que ya quisiéramos las generaciones más modernas. Gracias a ellos aún perdura mucha de la cultura que nos hizo lo que somos. Si volviéramos un poco la vista atrás y recuperáramos algunos de sus valores, seríamos sin duda mejores.