sábado, 4 de agosto de 2012

Zugarramurdi. Navarra


El nombre de Zugarramurdi es famoso por los hechos acaecidos a principios del siglo XVII cuando una ola de pánico sobre las brujas azotó el noroeste de Navarra, provocando multitud de denuncias sobre prácticas malignas que acabaron desembocando el el auto de fe de Logroño de 1610, una de las páginas más negras de la historia de la Inquisición.




 
Zugarramurdi es hoy un precioso pueblo del norte de Navarra, fronterizo con Francia, donde hermosos caseríos y verdes prados son parte del paisaje. Existe un interesante museo sobre la brujería, que aborda el tema desde el punto de vista de los inquisidores y desde el de las supuestas brujas. Las cuevas de las brujas son un impresionante complejo cárstico a poco menos de medio kilómetro del centro del pueblo. Aquí es donde supuestamente tenían lugar los akelarres donde a las brujas y brujos se les aparecía el diablo, en forma de macho cabrío. La verdad es que es fácil imaginarse en este entorno tan sugerente toda clase de leyendas. La cueva principal es atravesada por el “Infernuko Erreka”, el arroyo del Infierno. El sitio es impresionante y de una extraña belleza. Algunos historiadores apuntan que en esta zona de Navarra y el País Vasco existía el culto a Akerbeltz, un macho cabrío negro al que se atribuían propiedades benéficas sobre animales y rebaños. Aún hoy, en muchos caseríos de toda la zona se sigue criando un macho cabrío negro. Sería pues a Akerbeltz a quien adoraban las “brujas” en los akelarres. De hecho akelarre significa literalmente “prado del cabrón”.




 
Con la llegada del cristianismo estos ritos se consideraron herejías y fueron perseguidos. Aún así lograron perdurar y es por eso que empezaron a difundirse rumores sobre toda clase de prácticas demoniacas en los rituales, a fin de acabar con ellos. Con las primeras denuncias, el santo oficio tomó cartas en el asunto y el inquisidor Juan del Valle, del tribunal de Logroño se desplazó a la zona para inspeccionarla. Todos los habitantes fueron obligados bajo amenaza de excomunión a denunciar a las brujas y brujos. Numerosos testimonios fueron basados en supersticiones y rencillas personales. Sin contar a los niños, casi trescientas personas fueron acusadas de brujería y cuarenta de ellas fueron encarceladas y sometidas a torturas para que confesaran tener al diablo por dios y celebrar misas negras. Se les acusó de transformarse en animales, provocar enfermedades y hasta de necrofagia y vampirismo.




 
El 7 de noviembre de 1610 las brujas y brujos de Zugarramurdi fueron sentenciados: 18 absueltos, 11 quemados en la hoguera y al resto penas tales como cadena perpetua o confiscación de todos sus bienes. De los once que fueron quemados cinco habían muerto en las mazmorras de la inquisición, pero ni así se libraron de la hoguera. Fueron sin duda los más afortunados.
Fue tal la importancia del auto de fe de Logroño que veinte mil personas acudieron presenciarlo desde todas partes de España y Europa. Toda una multitud para aquellos tiempos. Los métodos empleados para arrancar confesiones fueron duramente criticados hasta por algún inquisidor, ya que los reos confesaron cosas inverosímiles, con tal de acabar con el tormento.
A partir de aquel momento el Santo Oficio empezó a cambiar sus métodos, pero Zugarramurdi quedó ya vinculado al mayor proceso de brujería de la historia.
Por suerte hoy es un pueblo tranquilo donde la vida transcurre en calma entre montañas y verdes pastos, pero cuando ves en las puertas de muchas casas colgada la flor del cardo seca para espantar a los espíritus y demonios y piensas que aún están en pie algunas de las casas que habitaron las acusadas de brujería hace más de cuatrocientos años, no puedes evitar que un pequeño escalofrío te recorra al pensar en todo lo que pasó entre estas casas.
Zugarramurdi es conocido aún hoy en día como el pueblo de las brujas y quizás este sea el mejor homenaje que se le pueda hacer a las mujeres y hombres que acabaron sus días a manos de la Inquisición.








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