A unos 700 metros de altitud, en la
Sierra de Meira, nace el río Miño. Lo hace en un lugar con un gran
encanto: el Pedregal de Irimia.
Se trata de los restos de una morrena
glaciar y parece en si mismo un río de piedras enormes. Si caminamos
sobre la extensión de piedras de unos setecientos metros y prestamos
atención, podremos oir el rumor de las aguas bajo las grandes rocas,
aunque no la vemos,si acaso por algún resquicio entre las piedras.
Cerca de la carretera donde se deja el coche ya se aprecia un
pequeño riachuelo que aparece al acabar el manto de rocas bajo las
que nace el mayor río de Galicia. Inicia aquí un recorrido de más
de 300 kilómetros y este pequeño regato acabará por convertirse en
una caudalosa corriente de agua hasta su desembocadura en el Océano
Atlántico.
Hay leyendas asociadas a este lugar,
como no podía ser de otra forma. La más llamativa cuenta la
historia de una mujer con poderes llamada Irimia que se negaba a
pagar impuestos al vecino convento. Un día, éstos vinieron para
quedarse con sus tierras y sus fuentes, por lo que ella lanzó un
conjuro y cubrió con grandes piedras su finca para que los monjes no
pudieran acceder al agua, diciéndoles: “Nunca podréis probar la
primera agua de este río porque es mío/Miño”
En todo caso un lugar muy bonito donde
nace el el gran río gallego.