jueves, 6 de diciembre de 2018

Lindoso. Portugal


Lindoso es un pequeño pueblo portugués casi fronterizo con España, situado en las estribaciones del Parque Nacional Peneda – Gerés, que merece una visita por su castillo, Monumento Nacional y sobre todo por su maravilloso conjunto de espigueiros. Son como los hórreos de la vecina Galicia, construcciones destinadas a almacenar el grano para secarlo y protegerlo de los roedores. Aquí, con la silueta del castillo de fondo, ofrecen una imagen de postal. Están muy bien conservados y caminar entre ellos sobre la ladera de granito sobre la que se alzan, con el pueblo a un lado, el castillo a otro y las montañas del parque como telón de fondo es toda una experiencia. El conjunto de hórreos o espigueiros más hermoso que hemos visto.
















martes, 20 de noviembre de 2018

Sanatorio abandonado de Cesuras.


  
En Cesuras podemos ver uno de esos lugares que atraen a los buscadores de lugares abandonados. Se trata de un antiguo sanatorio que en realidad nunca fue, pues no llegó a estar operativo. Pensado para atender a los enfermos de tuberculosis, alrededor si se creó un parque con diferentes especies para tratar los síntomas. Proyectado como un edificio de tres cuerpos, solo se llegó a construir uno de los pabellones laterales y después el proyecto se abandonó. Las décadas de abandono dotan a este lugar de un aspecto fantasmal y es peligroso entrar puesto que se desmorona a ojos vista. Se pueden observar las antiguas dependencias y terrazas, las escaleras interiores que conectaban las diversas plantas y casi te imaginas como podría haber sido. Vimos restos de un circulo de velas, ya que estos lugares son propicios para los rituales de todo tipo. El sanatorio está en un estado totalmente ruinoso, pero es un lugar que vale la pena acercarse a ver, porque a pesar de ser un poco tétrico, estos lugares siempre ejercen atracción.

















martes, 6 de noviembre de 2018

Gijón. Asturias


Gijón es una ciudad amable y tranquila que invita a recorrerla y descubrirla con calma. Da igual si es de día o de noche, Gijón siempre tiene el mar presente y es la columna vertebral de la ciudad asturiana. Si se va a Gijón hay que prepararse para una explosión de sabores, sobre todo en lo que al dulce se refiere. Sus pastelerías son sencillamente maravillosas y destacaríamos Aliter Dulcia en la calle San Bernardo. Pidáis lo que pidáis acertaréis seguro, porque todo está delicioso. Iglesias, esculturas como el Elogio del Horizonte de Chillida,el teatro Jovellanos, el mercado del sur, el jardín botánico o La Laboral, el edificio más grande de España son otros de los tesoros de esta pequeña ciudad norteña. Sus cafeterías tienen también un encanto especial, y algunas como la Dindurra os dejarán extasiados. Nosotros tuvimos la suerte de poder visitar el museo del ferrocarril el día que ponían en marcha antiguos trenes de vapor. Callejear por el barrio de Cimavilla descubriendo sidrerías es otro aliciente más. No os podéis marchar de Gijón sin haber pasado antes por la coctelería Varsovia, un lugar maravilloso para tomar una copa. En definitiva Gijón nos ofrece todo lo necesario para una escapada inolvidable.