Cuando en el año 1962 Manfred
Gnädinger llegó a Camelle, se enamoró de la Costa da Morte y su
salvaje belleza. Este artista alemán decidió quedarse a vivir junto
al Atlántico y hacerlo de una forma lo más sencilla posible. Dedicó
el resto de sus días a elaborar esculturas de piedra junto a la
pequeña casita en la que vivía prácticamente como un anacoreta.
Durante muchos años se le pudo ver casi desnudo creando las formas
en piedra que salían de su imaginación. En un entorno de gran
belleza el contribuyó con sus formas imposibles a que el lugar fuera
aún mas especial si cabe. Todos en el pueblo de Camelle le querían
y le respetaban tal y como era. Durante el desastre del Prestige en
las costas gallegas el petróleo llegó hasta Camelle y manchó la
obra de Manfred. Al ver la labor de toda su vida arruinada se cree
que se dejó morir de tristeza, ya que falleció un mes más tarde.
Años después un violento temporal destrozó la mayor parte de su
obra que se perdió irremediablemente. Hoy solo quedan los restos de
su casa y unas cuantas esculturas para recordarnos la historia de
este hombre que tuvo la valentía de vivir como realmente quería.
Cuando vio la costa que tanto amaba arrasada por la marea negra del
petrolero “Prestige”, dijo que no se debería limpiar nunca, que
debía quedar como un recuerdo de que el hombre no quiere al hombre,
ni al mar, ni a los peces ni a la playa.
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