El castillo de Pambre está situado en lo alto de un peñasco a orillas del río Pambre, en Palas de Rei, en la comarca de A Ulloa, Lugo.
Construido en la segunda mitad del siglo XIV por Gonzalo Ozores de Ulloa para proteger sus posesiones después de recuperarlas del usurpador Fernán Gómez das Seixas, es el único castillo que quedó en pie en Galicia tras las revueltas de los Irmandiños (1431-1467), ya que fue asediado sin conseguir rendirlo.
Tras pasar la entrada principal, sobre un foso, se accede a la plaza de armas, un espacio irregular en el que encontramos la que fuera iglesia parroquial de San Pedro de Pambre (S.XII). En la zona norte del patio se yergue el castillo propiamente dicho.
Está formado por cuatro torres unidas por una muralla de piedra rectangular de aproximadamente cien por sesenta metros, en el centro de la cual se alza la torre del homenaje.
Para acceder al segundo recinto, donde se encuentra la torre del homenaje hay que cruzar una puerta gótica de arco ojival con el escudo de los Ulloa arriba.
Años mas tarde, pasó a ser propiedad de la casa de Alba, que lo vendió en 1895 a José Soto, un vecino de Palas de Rei junto con otras propiedades por 27.000 pesetas. Después pasó a manos de la familia Moreiras Blanco y finalmente al conde de Borraxeiros, que lo dejó en legado a la "Congregación de Hermanos misioneros de los enfermos pobres de Vigo".
Actualmente lo ha comprado la Xunta de Galicia, y puede visitarse de lunes a domingo de 11h. a 13h. y de 16h. a 20h. Sin embargo cuando fuimos el horario que provisionalmente aparecía pegado en la placa de la entrada, era de 14h. A 18h.
Está bajo la protección de la declaración genérica de castillos (monumento nacional) y de la ley de patrimonio histórico español.
En algunas de las piedras de los muros del castillo, pueden verse perfectamente las marcas de los canteros. Es sorprendente encontrar la firma de los artesanos que construyeron el castillo tantos siglos atrás.
Recorrer sus ruinas tiende un nexo hacia nuestro pasado que merece la pena descubrir y preservar. Cuando lo visitamos hace unos años, nos quedamos con las ganas de verlo por dentro, lo que logramos hacer al fin, tras pasar el castillo a manos públicas.