La
sequía que atraviesa Galicia en los últimos meses ha dejado al
descubierto el lecho de numerosos embalses. Uno de ellos es el de
Belesar en Portomarín, en Lugo. Pueden verse los restos del antiguo
pueblo de Portomarín que fue trasladado más arriba, a su ubicación
actual. Se puede pasear por el borde del río Miño y contemplar todo
lo que normalmente queda bajo las aguas. Nosotros nos acercamos esta
vez hasta el pueblo sumergido de Ferreiroá, a unos dos o tres
kilómetros siguiendo el río. Es impresionante ver las casas que
algunas aún conservan paredes y ventanas de piedra, incluso un
pequeño puente que unía los dos lados del pueblo. Pasear por entre
las ruinas es toda una experiencia y para nosotros fue un gran
descubrimiento pues no conocíamos la existencia de Ferreiroá.
Cuando las aguas vuelvan a llenar el embalse, estas piedras volverán
a quedar ocultas por completo, para volver a maravillar a todos
aquellos que se acerquen a verlo cuando empiece a asomar de nuevo por
la falta de lluvia. A pesar de que el día era claro y despejado el
pueblo tenía un aire fantasmal, solitario y derruido en medio de
ninguna parte. En Portomarín aún queda gente que llegó a vivir
aquí, antes de la inundación. Si tenéis ocasión y queréis ver un
pueblo sumergido, pocos tendrán la atracción de Ferreiroá, un
lugar olvidado que de vez en cuando sale a la superficie para
recordarnos que hubo un tiempo en el que existió.
martes, 21 de noviembre de 2017
Ferreiroá. Portomarín. Lugo
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martes, 7 de noviembre de 2017
Ponte de Lima. Portugal
En nuestro pequeño viaje a Portugal de
este verano nos sorprendió gratamente este pequeño pueblo que está
considerado el más antiguo del país luso. El río Límia (aquí
Lima) lo cruza y un precioso puente medieval construido sobre el
antiguo romano lo salva con sus impresionantes 380 metros de largo.
Dicen que es el más bello de Portugal. Las casas, sus espectaculares
jardines y todo el conjunto de este pueblo tan bien cuidado nos
encantó. Unos monumentos recuerdan que aquí cruzaron las legiones.
A todo esto hay que añadir que el cielo estaba especialmente bonito
ese día, con unas nubes que parecían pintadas. Nos quedaron muchas
ganas de volver a Ponte de Lima y al estar relativamente cerca,
seguro que pronto lo haremos.
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