Gijón es una ciudad amable y tranquila
que invita a recorrerla y descubrirla con calma. Da igual si es de
día o de noche, Gijón siempre tiene el mar presente y es la columna
vertebral de la ciudad asturiana. Si se va a Gijón hay que
prepararse para una explosión de sabores, sobre todo en lo que al
dulce se refiere. Sus pastelerías son sencillamente maravillosas y
destacaríamos Aliter Dulcia en la calle San Bernardo. Pidáis lo que
pidáis acertaréis seguro, porque todo está delicioso. Iglesias,
esculturas como el Elogio del Horizonte de Chillida,el teatro
Jovellanos, el mercado del sur, el jardín botánico o La Laboral, el edificio más
grande de España son otros de los tesoros de esta pequeña ciudad
norteña. Sus cafeterías tienen también un encanto especial, y
algunas como la Dindurra os dejarán extasiados. Nosotros tuvimos la
suerte de poder visitar el museo del ferrocarril el día que ponían
en marcha antiguos trenes de vapor. Callejear por el barrio de
Cimavilla descubriendo sidrerías es otro aliciente más. No os
podéis marchar de Gijón sin haber pasado antes por la coctelería
Varsovia, un lugar maravilloso para tomar una copa. En definitiva
Gijón nos ofrece todo lo necesario para una escapada inolvidable.
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