A más de ochocientos metros de
altitud y solitario en la cima de un monte, se encuentra el Castro de
Formigueiros.
Destacan en él sus cuatro murallas
defensivas con sus cuatro fosos, y unas losas con dibujos de peces,
caballos y algunas figuras geométricas.
Abandonado poco después de la llegada
de los romanos a la península, se cree que volvió a ser habitado
tiempo después durante un período de tiempo sin determinar.
Poco excavado para las dimensiones que
tiene, se cree que pudo ser más una fortaleza que un castro al uso
ya que sus murallas eran muy altas.
Ahora se puede pasear por lo que
antiguamente debió de ser un magnífico poblado de la edad del
hierro en completa soledad, contemplando los restos de las viviendas
que un día bullían de actividad.
La sensación de visitar este enclave
con tanta historia en un lugar tan solitario es única. Quizás tomas
más conciencia del paso de un tiempo que nos arrolla, como en su
momento hizo con los habitantes de este poblado fuertemente
amurallado. Aún así el lugar desprende una belleza ligada a esos
lugares especiales, esos lugares que la historia ha marcado.
ALLA POR LA SERRANÍA
ResponderEliminarAllá por la serranía,
en una tierra lejana,
me encontré con una tía
repicando una campana.
No sé bien lo que quería
aquella moza lozana.
Lo que sí sé es que se oía
alto y claro su campana.
Y, al trote, me consumía
esa duda tan hispana…
¿ por qué demonios sería
el arrebato de Juana ?
Me dijeron padecía
mal de amores en la cama,
y en sus redobles se oía
la penita de la Juana.
¡ Ay !, mi dulce, sevillana,
¡ qué larga se hace tu semana !
…que, hasta de buena mañana,
nos endereza tu diana.
Vente conmigo a la estepa
a recoger la avellana,
que allí llenarás tu cepa
de amoríos, niña Juana.
Antonio Puertas.
Derechos reservados
Leyendo este poema se evocan imágenes muy sugerentes...
EliminarGracias, Antonio.
Cada cual, que piense lo que quiera, que, de momento, estamos en un país libre...( en pensamientos )...jajaja.
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