Hacía ya algún tiempo que nos rondaba
la idea de hacer una pequeña escapada a tierras salmantinas, así
que aprovechamos para enseñaros la primera de las entradas que le
dedicaremos.
En la sierra de Francia, al sur de
Salamanca, La Alberca se nos muestra en todo su esplendor. Hay que
recorrer con calma su laberinto de callejuelas de piedra y dejarse
impregnar por su bellísima arquitectura tradicional. Prueba de ello
es que tiene el honor de ser el primer municipio español en ser
declarado monumento histórico-artístico. Aquí las tradiciones
están profundamente arraigadas y se mantienen con muy pocas
alteraciones.
Una de las más peculiares es sin duda
la de la moza de ánimas. Todos los días al anochecer una campana
tañe por las calles del pueblo mientras una mujer recita un salmo:
“Fieles cristianos acordémonos de las benditas almas del
purgatorio con un Padrenuestro y un Avemaría por el amor de Dios.
Otro Padrenuestro y otro Avemaría por los que están en pecado
mortal para que su Divina Majestad los saque de tan miserable
estado”. Nosotros no tuvimos ocasión de presenciarlo, ya que
nuestra visita fue por la mañana, pero tiene que ser impresionante
escuchar esta letanía recorriendo las calles en una oscura y fría
noche de invierno.
Pero si tuvimos la suerte de ver como
una señora acudía con un candil para ponerlo en la pequeña
hornacina que hay a los pies de la antigua torre pegada a la iglesia,
custodiada por dos calaveras humanas. Como decíamos, aquí las
gentes están orgullosas de sus tradiciones y se esfuerzan por
mantenerlas.
El pueblo entero es una postal. La
plaza con sus soportales y su crucero, la mampostería de las casas
con sus travesaños de madera a la vista, sus balcones de madera...y
por supuesto los dinteles de entrada a las casas. Son mayoría los
que tienen una inscripción. El año de construcción, invocaciones
marianas, cruces e incluso símbolos pontificios o de la inquisición.
Servían para proclamar su fe, pero también para dar muestra de su
conversión, ya que esta fue una zona de refugio de judíos
perseguidos por el Santo Oficio. En una casa cerca de la iglesia
puede verse claramente el escudo de la Inquisición donde en tiempos
estaba la cárcel donde se retenía y torturaba a los sospechosos de
herejía. Un anciano del lugar nos contó que dentro de la casa aún
se pueden ver los nichos donde emparedaban a los “herejes”. La
casa es privada y tuvimos que conformarnos con ver el escudo que
aterrorizaba a los habitantes de la zona.
Hay que decir también que aquí,
debido al clima, los jamones y embutidos son excelentes y algunos de sus dulces
de gran calidad, como el turrón artesanal (heredado de sus tiempos
árabes) o las perrunillas.
Pero el verdadero encanto de La Alberca
es la propia Alberca. Su plaza, sus calles, la mezcla de piedra y
madera, el cerdo que pasea como un habitante más por el pueblo
alimentado por los vecinos que más adelante se lo rifarán en un
sorteo, la gente que acoge a cientos de turistas con una sonrisa, el
respeto por su antigua cultura. Todo eso es La Alberca. Bajo nuestra
humilde opinión, uno de los pueblos más bonitos que hemos visitado.
Conozco La Alberca, habeis hecho un hermoso reportaje, tanto en fotos como en el texto que lo acompaña.
ResponderEliminarGracias
Gracias Emilio. Nos habian hablado muy bien de La Alberca y la verdad es que nos encantó. Ojalá todos los pueblos pudieran conservarse tan bien.
EliminarUn saludo.