San Felices de los Gallegos es un pueblo fronterizo cargado de historia. Sólo hay que adentrarse en sus empedradas calles para poder apreciar el paso del tiempo en este pequeño enclave salmantino. De hecho San Felices fue varias veces de Portugal y de España, debido a su situación geográfica.
El castillo es sin duda el principal baluarte del pueblo, y desde lo alto de la torre del homenaje se tiene unas magníficas vistas tanto del pueblo como del entorno. La tranquilidad impregna cada rincón de las callejuelas que se desparraman al pie de la fortaleza. Muchos rincones nos llamarán la atención. Los diversos caños de agua, la iglesia de Nuestra señora de los dos Álamos, el convento de clausura de Las Agustinas donde se venden dulces monacales, las ermitas y en definitiva todo el pueblo de San Felices de los Gallegos, donde el pasado se mezcla con el presente en una de las villas más bonitas de la comarca.
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