Se podría decir que Puente la Reina es
un pueblo nacido por y para el Camino de Santiago. Un albergue de
peregrinos a la entrada del pueblo da la bienvenida al viajero. La iglesia del Crucifijo, unida al antiguo hospital de peregrinos por un
arco-pórtico, fue fundada por los Caballeros de la Orden del Temple.
Vale la pena detenerse a contemplar su bella portada del siglo XIII.
Continuando por la calle Mayor, encontramos a la derecha la iglesia
de Santiago, con dos portadas románicas. Llegamos temprano al pueblo,
que se estaba preparando para sus fiestas y pudimos comprobar como se
vallaban muchas calles con tablones de madera, pues se iba a celebrar
un encierro por el casco urbano. Numerosos bares y tiendas dan todos
los servicios a los peregrinos, a los que vimos salir en un buen
número para iniciar su etapa diaria que los acabará llevando a
Santiago. La calle Mayor acaba desembocando en el maravilloso puente
románico que da nombre la villa y que es paso obligado de los
peregrinos para cruzar el río Arga. La sola presencia del puente ya
hace merecedora la visita a Puente la Reina. El tránsito de
caminantes jacobeos por él es casi incesante a lo largo de sus 110
metros de largo y 4 de ancho. Antiguamente había hornacinas con
imágenes de santos para la devoción de los peregrinos y un lugar
destinado a las limosnas que daban los viajeros para los presos de la
cárcel, del que se conserva una inscripción. Con la imagen del
magnífico puente románico reflejada en las aguas del río,
continuamos nuestro viaje por tierras navarras.
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