Alzado frente al Atlántico, el faro de
Laxe no puede ser más sencillo. Casi se podría calificar de austero.
Sus 66 metros sobre el mar lanzan su luz a veinte millas, para guiar
a los barcos que navegan por la ría.
El entorno es precioso, con la uña de
gato inundándolo todo. A su alrededor han situado una mesas y bancos
de piedra, imitando la arquitectura de los castros celtas. Desde aquí
puede verse una hermosa panorámica de la ría, llegando hasta punta
Roncudo. Es esta tierra de leyendas e historias, como la del
naufragio del “Adelaide”, un barco inglés hundido en las aguas
de Laxe, pero del que no se sabe cuando se hundió. Se cree que la
noche del 19 de diciembre de 1830, pero algunos cronistas sitúan el
naufragio veinte años mas tarde. Unos creen que era una goleta y
otros una brickbarca. Y es que no hay que olvidar que esto es A Costa
da Morte, y las luces de estos faros son aquí una cuestión de vida
o muerte.
Al lado del faro podemos ver la
escultura “A espera” de Iria Rodríguez, que nos muestra a una
mujer con su hijo en brazos, esperando la llegada de un barco que ya
debería haber arribado a puerto. La obra refleja la tensión y la
incertidumbre de todos aquellos que esperan a sus seres queridos que
están en el mar, y cuya vuelta siempre es una incógnita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario