Después de tantos lugares como hemos
visitado, es maravilloso que aún haya enclaves que nos dejen con la
boca abierta. Sin duda, Santa María de Eunate es uno de esos
lugares. Es difícil describir este templo tan sugerente y cargado de
simbolismo. Para empezar hay que decir que es bellísimo y que su
emplazamiento, solitario en medio del campo, acentúa aún más su
aura mística.
De planta octogonal, algo en sí mismo
inusual, tiene una galería porticada que rodea la iglesia románica,
lo que convierte a Eunate en un octógono dentro de otro. Aunque no
se conoce muy bien su origen, se cree que la fundaron los templarios
en el siglo XII, aunque también se atribuye a la Orden de San Juan.
El hecho de que tenga ocho lados, como el templo de Salomón en
Jerusalén y que muchas de las marcas de los maestros canteros que
pueden verse por toda la iglesia solo se hayan encontrado en otros
enclaves del temple, hace que muchos historiadores se inclinen por su
origen templario. Lo que se sabe con seguridad es que Eunate (cien
puertas en euskera) fue un cementerio de peregrinos y también se
cree que en la actual espadaña existía una linterna o fuego para
guiar el alma de los peregrinos en su subida al cielo. Otras
hipótesis dicen que la llama era para orientar a los caminantes por
la noche, algo poco probable porque si el viaje ya era peligroso
durante el día, caminar de noche debía de ser una temeridad.
Eunate es misterio, pero también es
una obra de arte que merece la pena contemplar con detenimiento, sus
capiteles con imágenes bellas e inquietantes a un tiempo, su forma
octogonal imperfecta, su interior austero y sobrecogedor, su entorno
aislado, sus 33 arcadas exteriores, saber que aquí descansan
eternamente muchos peregrinos...un lugar especial y una de las
iglesias más bellas que hemos visto nunca.
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