Comenzamos la ruta en Ponte Aranga,
dejando el coche junto un pequeño parque infantil. Justo por detrás
de ese parque unas escaleras bajan hasta el río y desde allí
empezamos a caminar con el Mandeo a nuestra derecha. Un bosque de
ribera nos acompañó durante todo el trayecto y es frecuente ver
muchos tipos de aves en todo el curso del río. De vez en cuando
algún pez chapoteaba en el agua sobresaltándonos. La verdad es que aunque
el entorno es una maravilla, los senderos por los que transcurre esta
parte de la ruta están algo descuidados, pues hay que ir abriéndose
paso entre silvas, helechos y toda clase de vegetación. Son
imprescindibles los bastones. Aparte de eso, sortear raíces y
algún que otro obstáculo, el recorrido no presenta excesivas
dificultades.
Llegamos a un puente colgante que cruza el río y tras
atravesarlo llevamos ahora el Mandeo a la izquierda.
El murmullo del agua y algunos pequeños
saltos del río nos llevan finalmente hasta cerca de Veiga. Allí conocimos a otros dos caminantes
con los que compartimos parte del trayecto de vuelta.
En Ponte Aranga también podéis ver la Iglesia de San Paio.
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